Cada país sufre sus propios traumas, sus propios excesos y paga cada uno de ellos con creses a lo largo del tiempo.
La dictadura militar es nuestro trauma nuestra vergüenza, una vergüenza que nos deja como herencia algunas palabras que para nosotros tienen un sentido muchos más profundo que para otros países, madres, mundial, Malvinas, desaparecidos.
La Argentina de hace más de tres décadas fue temible, cruel y asesina. Pero lo más angustiante es que fue nuestra argentina fueron los hijos de esta Argentina, los que protagonizaron un impresionante crimen y un avasallamiento de los derechos humanos propios de los nazis.
Lo curioso de la dictadura es que al igual que cualquier trauma no hay que buscarlo solo en el pasado la dictadura retorna y retorna en cada síntoma social.
Vuelve al presente problematizando a un estado que no sabe poner orden que confunde autoritarismo con orden social.
Un estado que teme amparar a sus ciudadanos impartiendo justicia por miedo que lo tilden de dictador.
Se prefiere lo políticamente correcto a la eficacias social. De esta forma los fantasma de la inseguridad cresen, de esta forma los más pobres se llenan de dadivas y no de políticas de inclusión social.
Por ende queda claro que dejar hacer un piquete no es atender a los pobres, no es un acto democrático y de la libre expresión. Es permitir que el pueblo vuelva a sufrir de un estado adolescente que no recuerda los maltratos que padeció el pueblo argentino a lo largo de su historia.
Los ecos de la dictadura se hacen presente en la cotidianidad, no hay político que quiera ser estereotipado como un autoritario, no hay juez que no tema ser caratulado como dictador.
Jugando con la metáfora de lo familiar, podemos decir que en muchas ocasiones se da que un padre no puede educar sin maltratar a sus hijos y para no sentirse cruel, elije el camino del silencio , en procura de mitigar a su salvajismo, su falta de idea ,su compromiso de ser mejor.
Aunque entre el orden y el autoritarismo hay una brecha inmensa pienso con tristeza que a los argentinos nos cuesta ver los grises de las políticas sociales.
Los ecos de la dictadura nos traban las piernas, impide en andar por los senderos de una democracias que nos incluya a todos.
Una democracia que exija la aparición de políticos inteligentes, preocupados por el bien común y la Argentina próxima.
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