todo lo tu que me has concedido: músicas, danzas, veladas en torno al fuego;
todo lo que en mi piel has cincelado: tintes de mis ancestros indelebles en mi sangre.
Todo lo que me has dado, África, me hace caminar de esta manera con un paso diferente a cualquier otro.
La cadera rota bajo el peso del tiempo, los pies anchos por todas las marchas;
todo lo que me has dado en herencia y hasta esta pereza atada a mis talones,
lo llevo con orgullo en mi frente y mi salud ya no la perderé y paseo, marcho, camino, voy cantando mi raza por el mundo... ni mejor ni peor que cualquier otra.
Todo lo que me has dado, África: sabanas que broncea tu sol cenital,
tus animales -que dicen perversos-, tus minas, inexplicables riquezas, obsesión de un mundo antagonista, tu pena por haber perdido paraísos;
te protejo todo con mano implacable hasta la luminosidad de los horizontes para que continúe, por siempre intacta, esa misión que te confirieron los cielos.