Sin lugar a duda en el devenir de los tiempos, la sociedad ya no es la misma. La tecnología estalla en los hogares del país, las vidrieras muestran nuestros deseos más inaccesibles. Los objetos inútiles llenan nuestras angustias y se nos pegan en la existencia.
Cada día somos testigos de como el consuno ocupa nuestros espacios del pensamiento. Cada día observamos impotentes como el consumo desmedido se devora al ser social, trunca libertades y coacciona al ciudadano.
Sí el viejo ciudadano. ¿Lo recuerda? aquel que se creía las celebres palabras de que “todos somos iguales ante la ley”.
Premisas democráticas heridas ante la investidura de reyes y reinas corruptas. Lo económico, el rey más severo y déspota, extiende sus fronteras, avanza sobre territorio que en otrora fueron bastiones inexpugnable, el rey hace económico lo inasible. Así es como la salud se transforma en un buen negocio. La educación es castigada, sometida, reducida a un servicio lleno de clientes tiranizados por las exigencias del medio, los afectos sometidos a la prueba de utilidad. El deseo de tener, como único requisito para ser feliz, se expande y vacía a nuestros otros, desdibuja aquellos vínculo que nos acompañan en la vida, los nuestros se vuelven extraños y los extraños delincuentes peligroso.
La brevedad de las distancias sometida a nuestras manos aumentan el ego, mi mail da la vuelta al mundo, aunque mi barrio parece cada vez más inseguro, el club está habitado por cuatro borrachos, la escuela es un caldo de violencia y la vecinal sigue tan desierta como lo estará mañana.
Sujetos alejados, sujetos ocupados, sujetos desmemoriados e individualistas circulan las calles de la urbe hablándole a la nada, hablándole a aparatos inertes, desviando la mirada de los otros de los más próximos y comunicándose con otros, otros que en muchos casos jamás se harán presente, solo serán una voz a la distancia.
Porque de eso se trata este escrito... lo próximo se nos aleja y lo lejano se son acerca solo un poco de tan forma que indudablemente no quedamos cada vez más ausente, cada vez más solos.
Por eso si llegó hasta acá en su lectura habrá comprendido que estas líneas no quieren ser un crítica a la tecnología ni mucho menos, es un llamado a la reflexión a cerca del valor de los vínculos, los afectos, los amigos, la libertad, la educación y el amor. Valores fuertes e implacables donde si bien lo económico tiene su ingerencia no tiene porqué ser un protagonista de primera línea y mucho menos presentarse como un rey.
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