jueves, 10 de septiembre de 2009

DURMIENDO CON UNA AMIGA


Me despierto sobresaltada notando tus manos sobre mi piel.
Medio dormida, presiento que es un descuido, un leve roce sin pensar, pero la caricia se alarga y puedo notar como me observas, no sé que quieres pero mi respiración no puede disimular lo que estoy sintiendo.
Paras con naturalidad, y yo, decepcionada me giro sobre mi cuerpo cambiando la postura para darte la espalda; más sólo era un respiro, una forma de seguir jugando conmigo.
Tus dedos comienzan a acariciar mi nuca, mis hombros, mi espalda, formando una línea con mi columna, deteniéndote un segundo en cada lunar, cada curvatura, cada zona que te resulte divertida.
Ahora si que no puedo controlar mi respiración, noto como si me faltase el aliento al intentar pausarla. Medito si debería moverme o quedarme como estoy, pero tú ya te has adelantado y has girado mi cuerpo por completo, sin que yo lo notara, sin ni siquiera darme cuenta.
Las yemas de tus dedos recorren mi boca, mi cuello hasta llegar a la nuca, la cual atraes hacia a ti con fuerza, con deseo, me sonríes con picardía, expectante, observándome y yo sigo sin entender si pretendes que yo dé el siguiente paso. Estoy confundida pero aun así me acerco lentamente y rozo tus labios con los míos, los cuales se abren deseosos para que las lenguas se acaricien, suavemente, dulcemente, casi temblando consigo consumar el beso, ese beso que nunca nos dimos, pero que siempre nos dábamos.
Mis piernas se acoplan perfectamente a las tuyas, rozándose, sintiéndose, hundiéndose, pero mis brazos no saben que camino tomar, abrazarte, tocarte, todo se funde, se entremezcla, como un cuadro modernista, confuso y al mismo tiempo desbordante de pasión.
Mis movimientos, antes quebradizos, se tornan poderosos y rezuman confianza en lo que hago.
Me coloco encima tuya, sin separarme, dejando que mis muslos presionen lo suficiente para que los sientas, alargando cada gesto intento sacar todo el placer que llevas escondido bajo la ropa, la cual no tardo en despojarte volviendo enseguida a la posición de control que me he propiciado.
Reconozco cada gesto de tu cara, como me miras, deseas otro beso, pero ahora decido yo y sólo dejo que los sientas levemente, no permito que me beses, no hasta que no esté segura de que no vas a parar. Aumento el ritmo, más rápido, más presión, más calor, más intenso, mientras busco tus pechos, firmes, esperándome, oigo un susurro casi imperceptible, -No puedo creer que estemos haciendo esto-.
Decidida a convertirlo en algo más real introduzco un dedo en tu boca para humedecerlo y recorrer tu pecho, tu vientre, todo tu cuerpo, observando cada gesto tuyo, aprendiendo de tus reacciones para darte más placer. Separo tus piernas para bajar con más facilidad, juego con tu bello, me enredo, me deleito, noto tu calor, tu humedad, deseo alargar todo esto, pero no puedo más y te beso con fuerza, agarrando tu pecho pellizcando tus pezones y mordiendo tu cuello.
Acaricio tu cuerpo con toda mi mano, sujetando cada zona con fuerza mientras acerco mi boca a tu estómago para descender y deleitarme con tu sabor, sintiendo tu excitación, -No pares, yo no lo haré-, justo lo que necesitaba oír, bajo hasta el ombligo y comienzo a hundirme entre tus muslos, te lamo, acaricio y beso con deseo, cuando agarras mi cabeza, paro en seco para colocarme encima de ti e introducir un dedo en una vagina que me pide más, mucho más.
Continúo con dos y comienzo a moverme con todo mi cuerpo, levantándote, dejándote casi sentada, sujetando tu espalda para que no puedas volver hacia atrás.
Encuentro tus movimientos excitantes, unificándose con los míos, retorciéndote, besándome, un escalofrió recorre mi espalda cuando comienzas a gemir dentro de mi boca, agarrándome con fuerza noto como me clavas las uñas para que no me separe de ti.
Por fin siento que he encontrado el punto cumbre de tu excitación cuando arqueas tu cuerpo y tiemblas de placer, dejando mi mano empapada y mi cuerpo caliente, observando como llegas al orgasmo, convulsionándote sin parar. Te ayudo a recostarte, retiro mis dedos, pero no me permites levantarme, -Es tu turno-, me dices y noto como el cuarto comienza a vibrar de nuevo.

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